CITAS

jueves, 3 de octubre de 2013

PENÍNSULA DE YUCATAN (MEXICO)

Las ciudades mayas y las playas caribeñas son los ejes de este viaje por el Yucatán.

El Popol Vuh, texto de la comunidad quiché que explica el origen del mundo, la civilización y los fenómenos de la naturaleza, ha guiado por siglos a los habitantes del Mayab, «lugar de unos pocos» o «de los elegidos», bautizada más tarde por los conquistadores como Yucatán y cuya puerta de entrada es Cancún. Al alba, cuando el larguísimo skyline de esta ciudad mexicana se perfila sobre el horizonte del Caribe cristalino, es momento de iniciar la ruta hacia el interior de la península.
Viajar a primera hora es fundamental en este universo plano y abrasador, de carreteras rectilíneas, escoltadas por la espesa fronda de la selva baja. Los mayas trazaron aquí una red de caminos blancos y elevados (sacbé, en singular; sacbeob, en plural), alguna vez cubiertos de estuco o cal, que conectaban plazas y templos o una ciudad con otra. El entramado de calzadas vinculaba social, política, religiosa y económicamente a los grandes núcleos de población, pero también a las pequeñas comunidades más alejadas del centro: una urdimbre de senderos por la que transitaban mercancías, ideas, enfermedades o férreo control imperial. Como en las Roma de los césares, todos los caminos de la traza –en la que se asentó parte del actual sistema de carreteras o líneas de ferrocarril de los tiempos modernos– llevaban a Chichén Iztá, el mayor eje de poder del Mayab en la era posclásica (900-1521 d.C).
El trayecto de Cancún a Chichén –como los lugareños llaman a la ciudad de los mil años, caída en desgracia poco antes de la llegada de los españoles– dura unas dos horas. El sacbécontemporáneo es la autopista 180, a la que de vez en cuando asoman víboras e iguanas en busca de calor y algún que otro perro distraído.

Iglesias de Valladolid

El viaje, sin embargo, obliga por lo menos a dos pausas. Una, en Valladolid, la ciudad colonial más antigua de Yucatán, fundada en 1543 por el español Francisco de Montejo sobre las ruinas de la población maya de Sací. Sus calles y plazas, donde el tiempo parece haber quedado en suspenso, guardan numerosos templos y conventos, vestigios del empecinamiento evangelizador de los conquistadores. Los ecos de las rebeliones indias contra el invasor resuenan en el museo de San Roque, a espaldas de la plaza principal, donde se alza la iglesia de San Gervasio, consagrada en 1570.
El segundo alto lo constituyen los cenotes que circundan Valladolid: Xkeken, Xcanché, Simula, Suytún… Todos a pocos minutos del centro urbano, ofrecen la turbadora experiencia de nadar en los umbrales del inframundo, el tejido subterráneo de grutas y depresiones inundadas que se extiende a lo largo y ancho de la península, como si la red de sacbeob tuviera su espejo en las entrañas del Mayab. Allí, bajo tierra, bóvedas inmensas plagadas de formaciones geológicas fabulosas encierran albercas de agua dulce tan diáfana que el baño parece ingrávido, como el paseo espacial de un astronauta.
De nuevo en la superficie y 40 kilómetros al este de Valladolid, se alza el conjunto de Chichén Iztá, fruto del alto nivel de conocimiento astronómico que alcanzaron sus creadores y famoso por la serpiente de luz que cada equinoccio recorre la escalinata de su pirámide dedicada al dios Kukulkán.
A sus pies se despliega un complejo único, con el Patio de las Mil Columnas, la plataforma del Osario, la Gran Plaza de las Monjas, el Observatorio y el Juego de Pelota, escenario de la cruel competencia entre dos atletas que debían hacer pasar un balón de caucho por un aro de piedra, empujándolo con las caderas, los codos o bien con las rodillas.
En un salto atrás en el tiempo, la siguiente etapa transcurre hacia el sudeste de la península hasta llegar a Uxmal, el sitio arqueológico incontestable y más espectacular del periodo clásico (200-900 d.C). Edificado en plena selva, es la puerta de entrada a la Ruta Puuc, un circuito de modestos pero bellísimos enclaves mayas, encabezados por este conjunto de geometría inaudita.


El gran puerto maya

Siguiendo el curso inverso en el tiempo, hacia eras más remotas, el trayecto enfila en dirección nordeste hasta encontrar Cobá, el asentamiento más importante de esa región, comparable en tamaño e importancia con Chichén Iztá, rival y enemiga a lo largo de gran parte de su historia. Cobá fue un xaibé (cruce de caminos) y ejerció un amplio control territorial entre los años 200 y 600 d.C. Su arquitectura habla de ese poderío: aloja una de las pirámides más altas del mundo maya, la de Nohoch Mul, de 42 metros, además de un extenso complejo de edificios palaciegos y residenciales, muestra del influjo que tuvo en su tiempo de esplendor. Tanto es así que, desde su posición interior, a 50 kilómetros de la costa, tenía bajo su mando a Xel-Ha, el puerto comercial más grande e importante de la zona.
De esa época dorada se conservan los restos de palacios decorados con exquisitos frescos, como el Edificio de los Pájaros, en cuyos muros están representadas aves autóctonas. Pero Xel-Ha es también uno de los acuarios naturales más grandes del mundo. En su cala mayor, también desembocadura de un río, la mezcla de agua dulce y salada permite apreciar simultáneamente los fenómenos de la termoclina y la haloclina. Sucede que el agua densa y cálida del mar, que no puede mezclarse inmediatamente con el agua dulce y de menor densidad de los canales fluviales, produce un efecto visual parecido al de un espejismo. Puede distinguirse una capa de líquido sobre la superficie, como aceite sobre agua, pero en realidad es el agua dulce flotando sobre la salada, que es de mayor densidad. En la caleta se practican deportes acuáticos como el snorkel, el buceo y el sea trek (caminata submarina equipados con escafandra), además de nadar entre delfines y manatíes.
Siguiendo la costa, a menos de 20 minutos de carretera hacia el sur, emerge Tulum, la joya arquitectónica del litoral yucateco y una de las primeras poblaciones de la América continental en ser descrita por los conquistadores. En 1518, el cronista español Juan Díaz la veía «tan grande como Sevilla» y aunque los restos del asentamiento original no son precisamente extensos, la blancura de sus construcciones al borde de un acantilado sobre el mar Caribe adquiere una fuerza dramática única.

Retiro junto al Arrecife

El color turquesa del mar corta la respiración y es el que invita ahora a abandonar tierra firme y lanzarse a disfrutar de dos islas cercanas a la costa y fáciles de acceder desde Cancún. Cozumel, la más grande, es el paraíso de los submarinistas por su proximidad al segundo arrecife más largo del mundo: hablamos de una barrera tapizada de coral negro, que se extiende a lo largo de cinco kilómetros y que alberga una multicolor fauna compuesta por millones de peces tropicales.
Isla Mujeres, de apenas ocho kilómetros de largo por uno de ancho, es el cayo alternativo a Cozumel. Ideal para tenderse sobre la arena blanca y también para sumergirse en aguas puras. Dispone de un criadero de tortugas carey, un zoológico de iguanas, diversos bares naturistas y numerosas playas tranquilas que convierten en realidad el sueño del paraíso caribeño.

PARA SABER MÁS

Documentos: el pasaporte.
Idioma: español.
Moneda: peso mexicano.
Diferencia horaria: 7 horas menos en verano y 8 menos en invierno.
Cómo llegar y moverse: Hay vuelos directos a Cancún desde Madrid durante todo el año. El aeropuerto, a 12 km del centro, dispone de taxis y furgonetas para pasajeros. Desde la estación de autobuses de la Avenida Tulum parten autocares a los yacimientos mayas (Chichén Itzá, a 193 km; Tulum, a 130) y a las principales ciudades de la región. Alquilar un coche por días es una buena opción. El ferry a Isla Mujeres zarpa cada 30 min desde Cancún. A Cozumel se va en avión desde Cancún o en barco desde Playa del Carmen.
 Elisabet Sabartés

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