
La gran división

La paz duró poco porque los plantadores necesitaban nuevas tierras con las que saciar el hambre de algodón de las fábricas inglesas. Se produjeron nuevos compromisos hasta que en 1853 el Congreso federal creyó resolver el problema para siempre con la ley Kansas-Nebraska, que dejaba en manos de la soberanía popular la decisión de si un nuevo Estado sería esclavista o no. Una vez poblado un territorio, y cuando sus habitantes redactaran la Constitución para convertirse en Estado, decidirían por qué lado se inclinaban. La ley no satisfizo a nadie: el Sur se sintió perjudicado porque no aceptaba que alguien pudiera trasladarse a cualquier territorio con su bien más valioso, los esclavos, y despertarse un día descubriendo que ya no era su propietario. El Norte, por su parte, se sintió ofendido porque esos territorios ya eran no esclavistas según el compromiso de Missouri. El 28 de febrero de 1854, un grupo de norteños opuestos a la ley Kansas-Nebraska fundó el partido Republicano, que creció rápidamente. Ese mismo verano ya presentaba candidatos al Congreso, y en 1856 presentó su primer candidato a la presidencia.
Cuando se acercaban las elecciones presidenciales de 1860, Lincoln creía tener pocas posibilidades de que el partido Republicano lo nombrara candidato, porque nunca había ocupado un cargo político importante, no tenía experiencia de gobierno y carecía de los contactos apropiados en la política y la prensa. No se desanimó, sino que hizo publicar sus debates de dos años antes con Douglas, lo que hizo que le invitaran a hablar en Nueva York. El éxito de sus discursos, ampliados por la prensa, hizo que le invitaran en otros Estados del Noroeste, y que se pensara en él como posible candidato a la presidencia, nombramiento que se produjo en mayo de 1860. El partido Demócrata, dividido, presentó un candidato en el Norte y otro en el Sur. Aún hubo un cuarto candidato, de un partido minoritario.
Camino de la Casa Blanca

El partido no hizo campaña en el Sur, pero se movió mucho en el Norte, donde miles de discursos, editoriales de periódico, carteles y folletos defendían a sus candidatos a los diversos cargos y presentaban a Lincoln como un hombre que se había hecho a sí mismo, como el típico hombre de frontera, de esa franja de terreno entre la civilización y el desconocido mundo de los indios. Se resaltó el valor del trabajo de los hombres libres, por el que el hijo de un simple granjero –como Lincoln– podía, con su esfuerzo, llegar a la suprema magistratura del país. Sus enemigos, en cambio, preveían toda clase de desgracias si Lincoln era elegido, llegando a decir que al día siguiente de su elección el Norte se llenaría de ex esclavos que intentarían arrebatar a los blancos su puesto de trabajo.
Un presidente en guerra

Abandonar la federación no era fácil: el gobierno federal tenía instalaciones militares en los diferentes Estados, y una de ellas, Fort Sumter, estaba en una isla enfrente de la ciudad de Charleston, en la secesionista Carolina del Sur. Las autoridades del Estado pidieron al comandante del fuerte que lo entregara, y al negarse éste, dispararon sus cañones contra el recinto. Tal como Lincoln había prometido, el primer disparo partió del Sur.
Lincoln había hecho todo lo posible por evitar la guerra, pero el Sur estaba demasiado preocupado por su futuro, y demasiado convencido de su superioridad militar: no sólo eran sureños la mayoría de los militares, sino que la suya sería una guerra puramente defensiva y para ganarla no necesitaban conquistar el Norte: bastaba con impedir que el Norte les conquistara. Confiaban, además (y en esto se equivocaron), en que una Europa necesitada de algodón se pondría de su parte. Para los sureños aquella fue una «guerra entre los Estados» –y aún hoy la llaman así–. Los del Norte, en cambio, la vieron como una verdadera «guerra civil» y siguen llamando de esta forma a la contienda que los europeos siempre hemos denominado «guerra de secesión».
Excepto por unos pocos días, la presidencia de Lincoln fue militar, porque el presidente de Estados Unidos es el comandante supremo de las fuerzas armadas. Naturalmente, el día a día de la guerra competía a los militares, aunque Lincoln visitaba el frente con frecuencia. Fue al dedicar un campo de batalla como memorial de guerra cuando pronunció su famosa Oración de Gettysburg, a la que pertenecen las palabras de Lincoln citadas con más frecuencia: «Que el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo, no desaparezca de la tierra».
En su primer mensaje al Congreso, en 1861, Lincoln resumió así su pensamiento económico: «El trabajo es anterior, e independiente, del capital. El capital es sólo el fruto del trabajo, y nunca podría haber existido si el trabajo no hubiera existido antes. El trabajo es superior al capital, y merece un mayor aprecio». Con estas ideas era lógico que quisiera liberar a los esclavos. Pero, ¿podía hacerlo? Con grandes dudas sobre si su acción era legal o no y fiándose sólo de su conciencia, el 1 de enero de 1863 emitió la Proclamación de Emancipación, por la que, como comandante en jefe, abolía la esclavitud en los territorios sujetos a jurisdicción militar. Dos años más tarde, la 13ª enmienda de la Constitución la abolió en todo el país.

Joaquim Oltra. Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona
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